miércoles. 24.04.2024

El 'nuevo régimen' se parece mucho al anterior

Si la semana pasada nos preguntábamos por qué los tipos de interés de los bonos a largo plazo están bajando, siendo así que la economía global aparentemente está entrando en una etapa de mayor crecimiento acompañado de una mayor inflación (la famosa "reflación"), esta semana, tras las declaraciones de Trump el pasado miércoles a Wall Street Journal, deberíamos preguntarnos si definitivamente debemos olvidar la expectativa de un "nuevo régimen" económico que la llegada del nuevo presidente había suscitado entre los inversores, y que tanto celebraron las Bolsas.

Desde que Trump fracasó a principios de marzo al no conseguir la aprobación por el Congreso de su reforma sanitaria, ha venido siendo bastante obvio que la llamada "Trumponomics" no iba a ser fácil de aplicar. La novedad es que ahora ni siquiera Trump parece querer impulsar sus propuestas. De alguna manera podríamos considerar la entrevista a Trump del pasado miércoles en WSJ como el acta de defunción del "reflation trade" que tanto gusta a las Bolsas.

Nada tiene que ver el Trump candidato que prometía programas de gasto público y recortes de impuestos para elevar el crecimiento, y que acusaba a la FED de crear una "falsa" economía bajando artificialmente los tipos y a China de manipular su divisa, con el Trump del pasado miércoles pidiendo a la FED que mantenga los tipos bajos para evitar la subida del dólar. Ni en el fondo ni en la forma. La pregunta es ¿qué ha pasado?, y la respuesta podría ser que ha pasado lo que tenía que pasar, es decir, que Trump ha entendido la inviabilidad de sus políticas y ha decidido volver a la vieja normalidad de una economía que crece, aunque sea moderadamente, ayudada por los tipos de interés bajos y el dólar bajo. Es decir, ha decidido volver al mundo de ayer, al mundo de Obama y Yellen.

Lo que hemos venido llamando "cuadro de indicadores" de la reflación ha reflejado de forma inmediata la nueva situación. Tras las palabras de Trump el dólar bajó, el oro subió, y los tipos de los bonos bajaron. El T bond americano cerró el jueves pasado a un tipo del 2,237%, el nivel más bajo desde el 16 de noviembre, tras la mayor caída semanal desde el pasado junio. El bund alemán cerró en el 0,18%, bajando cuatro centésimas respecto al viernes anterior y muy lejos del 0,60% de principios de febrero. Los futuros del oro están ya en 1.290 dólares la onza y tanto el Dow como el S&P han recortado un 1% en la semana. El Eurostoxx ha caído algo más, el 1,3%, y el Nikkei el 1,7%, mientras las Bolsas emergentes, que se suponía iban a ser las grandes perdedoras con Trump, han seguido haciéndolo mejor, con el MSCI Emerging Markets en dólares casi plano en la semana (-0,1%). Incluso el peso mejicano ha acentuado su rally tras las declaraciones de Trump. Un cuadro, en definitiva, muy alejado del que había en plena euforia de la reflación de Trump, cuando el dólar subía, los tipos de los bonos subían, el oro bajaba y las Bolsas americanas y europeas subían.

No está claro si la FED va a ser sensible a ese cambio de mensaje de Trump y va a levantar el pie del acelerador de las subidas de tipos o si, por el contrario, va a seguir con su programa de subidas haga lo que haga el nuevo presidente, lo que equivaldría casi a una guerra contra Trump tras la petición de éste del pasado miércoles, pero, en este último caso, la respuesta de las Bolsas puede ser muy negativa, sobre todo si las noticias económicas no acreditan que haya un crecimiento fuerte de la economía.

De momento, el viernes pasado, con casi todos los mercados cerrados, supimos que las ventas minoristas americanas de marzo han caído un 0,2% frente a la caída esperada del 0,1%, y también supimos que el IPC americano en marzo cayó un 0,3% frente a la subida esperada del 0,2%. Son datos aislados, pero casan mal con la "Trump reflation" y van más en línea con las señales que nos llegan de los salarios. Unas señales que muestran poca tensión salarial y que no son coherentes con una situación de pleno empleo, ni tampoco con la inflación subyacente, que está ya en el 1,8% y aparentemente subiendo, aunque los tipos del T bond no terminan de reflejarlo.

Otro frente abierto es el geopolítico. A la inquietud sobre las próximas elecciones francesas se une ahora la inestabilidad global y, así como la semana pasada las Bolsas resistieron muy bien las consecuencias del ataque a Siria, esta semana las Bolsas han sido más sensibles a los posibles problemas con Corea del Norte, alimentados por comentarios del propio Trump tras la bomba lanzada en Afganistán.

En definitiva, aunque la Semana Santa empezó el lunes con el discurso de Yellen en la Universidad de Michigan asegurando que la FED lo ha hecho muy bien al evitar que la economía americana entrase en una Gran Depresión y que lo va a hacer también muy bien adaptando las condiciones monetarias al nuevo entorno de una economía en crecimiento, las Bolsas empiezan a dudar de esas palabras en medio de un escepticismo cada vez mayor sobre las nuevas políticas de Trump.

Tal vez, conectando con la entrevista ya mencionada de Trump, debamos quedarnos con el otro mensaje de Yellen el pasado lunes en Michigan, cuando dijo que los tipos de interés no subirán al nivel anterior a la crisis porque la economía norteamericana ha experimentado cambios de fondo muy estructurales. Es decir, el crecimiento esperable a nivel estructural es ahora menor, y también la inflación.

Tras las buenas cifras de Citi y JP Morgan, que sin embrago no pudieron compensar los malos datos macro ni los mensajes de Trump, la próxima semana está llena de resultados empresariales. Presentan sus cifras firmas como Bank of America, Goldman Sachs, Morgan Stanley, Johnson & Johnson, American Express o General Electric, entre otras muchas, y vamos a ver ya con más claridad por dónde van los resultados del primer trimestre.

En unas Bolsas que, como decíamos la semana pasada no están baratas, solo unos resultados realmente extraordinarios podrían compensar la frustración dejada por el prematuro abandono de las políticas reflacionistas y por los temores geopolíticos, que no son ya solo europeos sino globales.

El 'nuevo régimen' se parece mucho al anterior