viernes. 29.03.2024

De la obligación de tirar, a la necesidad de cambiar

“Un artículo que no se desgaste es una tragedia para los negocios”, esta frase apareció en 1928 en Printer’s Ink, una revista del sector publicitario norteamericano. Como pueden observar el concepto de obsolescencia programada, no es algo reciente.

 

Haciendo alguna reseña histórica curiosa, ya a finales del siglo XIX, algunos fabricantes textiles, empezaron a utilizar en las prendas que fabricaban, más almidón y menos algodón. Pero las bases de la obsolescencia programada se forjaron en 1924, con el conocido como el Cártel de Phoebus. Entre otras compañías, Osram, Philips y General Electric firmaron el 23 de diciembre de dicho año, un acuerdo para la fabricación de bombillas con una duración limitada a 1.000 horas. Crearon una mercantil suiza llamada Phoebus S.A. Compagnie Industrielle por le Developpement de l’Eclairage, de ahí como el concido “Cártel de Phoebus”.

 

Todo empezó con la necesidad de incentivar el consumo debido al Crack del 29, para que mejorase la economía que tan dañada se había visto debido a dicha crisis. Ya a partir de los años 50 del pasado siglo, donde se fueron imponiendo las bases del modelo económico al cual hemos llegado, la obsolescencia programada fue imponiéndose en muchos sectores de nuestro día a día. Les invito a visualizar el documental Comprar, tirar, comprar de Cosima Dannoritzer.

 

Electrodomésticos, equipos informáticos, equipos eléctricos, impresoras y un gran etcétera, vemos que tienen una vida útil cada vez más corta. Vemos como la frase que muchas veces nos dicen en los comercios de “vale la pena comprar uno nuevo, que arreglarlo”, es una expresión impregnada en el día a día de estos comercios. Nos obliga a gastar un dinero en renovar estos aparatos que en principio tenían poco tiempo, pero, sin más han dejado de funcionar.

 

Algunos la defienden este hecho, creyendo que así se fomenta el consumo y a la vez se crean más puestos de trabajo. La realidad, hoy por hoy, es que estamos creando toneladas y toneladas de residuos, que muchas ocasiones no se llegan a reciclar. Es más, como esos residuos a los países desarrollados les molestan, suelen crear enormes vertederos en países del continente Africano, como Ghana.

 

Otros defensores de la obsolescencia programada, afirman que somos los propios consumidores, quienes abogando por los avances tecnológicos, quieren tener la última versión de tal móvil o de tal equipo informático. Tirando a la basura el que tienen actualmente y que funciona perfectamente, a cambio de ser los primeros en tener lo último en dicha tecnología. No se asombren no, ¿quién no lo ha hecho?

 

Existe una gran realidad. Una realidad que he plasmado en más de un artículo mío. Nuestro querido planeta (de momento no tenemos otro), es finito en cuanto recursos y no nos podemos permitir el dar rienda suelta a nuestros deseos consumistas. Debemos de entre todos, concienciarnos de este hecho. Empezando por educar a nuestros hijos en ese sentido y terminando por nuestros Gobiernos en imponer leyes y fomentar otro tipo de modelo económico más sostenible. No todo debe de estar basado en crecer, crecer y crecer. Hay que pensar en desarrollar, desarrollar y desarrollar.

 

Es para felicitarse, cuando lees que, el pasado 4 de julio, el Parlamento Europeo aprobó, por una amplia mayoría, el Informe sobre una vida útil más larga para los productos.

De la obligación de tirar, a la necesidad de cambiar