viernes. 19.04.2024

Cómo vender y no morir en el intento

Dale Carnegie fue un próspero emprendedor e impulsor de ideas norteamericano de los años treinta. No nació rico en recursos económicos puesto que su familia era humilde, pero, en cambio, tenía una enorme riqueza en entusiasmo.


Quienes le conocieron, dicen de él que era una persona llena de energía. Demostraba un intenso interés por la vida y por todo cuanto hacía, especialmente en la forma de dirigirse y tratar a las personas y una atracción inmensa por conocer lo que la vida les había enseñado. Era una de esas personas que saborea la vida a bocados.


Permítanme que les cuente una historia: dice Carnegie en su biografía que una tarde de verano se dedicó a estudiar el arte de vender de dos caballeros que alquilaban telescopios en la calle, justo en frente de la Biblioteca Pública de Nueva York.  


Uno de ellos cobraba 10 centavos por permitir dar una mirada a la luna con su telescopio. El otro, en cambio, cobraba 25 centavos por lo mismo (si bien el telescopio era algo mayor). Lo sorprendente era que el que cobraba 25 centavos ¡tenía cuatro veces más clientes que el primero!


Estoy seguro que la calidad de la imagen debía ser mejor, pero lo que justificaba realmente el éxito del segundo vendedor, era el entusiasmo con el que vivía su trabajo. Explicaba con pasión y vehemencia a cada cliente sus conocimientos acerca de la luna y las estrellas con tanto entusiasmo que cualquiera hubiera optado por prescindir de comer, para destinar los 25 centavos a presenciar tal espectáculo.


Así que, cuando se sientan desmotivados, alicaídos o desanimados por los escasos resultados de sus ventas, respiren hondo y encuentren donde sea su entusiasmo perdido. Porque de ello, estimados lectores, dependerá su éxito. Nunca lo olviden

Cómo vender y no morir en el intento