Trump entra en la guerra de divisas
Tras su polémica prohibición de entrada de inmigrantes de ciertos países, Trump ha entrado de lleno en la guerra de divisas esta última semana, una semana en la que las Bolsas han pasado de vivir el lunes la peor jornada del 2017 para las Bolsas americanas, a terminar el viernes con una gran sesión de cierre semanal, la mejor sesión bursátil de Wall Street en lo que va de año.
Las causas de ese giro tan llamativo en el sentimiento inversor tienen que ver con los dos grandes factores que están moviendo a las Bolsas desde el pasado 8 de noviembre. Por un lado, en negativo, el temor que suscita el lado más proteccionista y aislacionista del nuevo presidente ("America first" o más bien "America only"), temor que provocó el pasado lunes descensos muy fuertes tras la decisión de Trump de prohibir entrar en EE.UU. a los ciudadanos de determinados países árabes. Por otro lado, en positivo, los buenos datos económicos y empresariales que se van anunciando y la expectativa de que Trump recorte la excesiva regulación y la hiperinflada burocracia.
El viernes Trump firmó el inicio de la modificación de las leyes bancarias, para aligerar las exigencias regulatorias, y el sector bancario lo celebró con fuertes subidas. Goldman Sachs fue, una vez más, el valor que más contribuyó a los casi doscientos puntos de subida del Dow Jones. A la vez, el informe de empleo americano en enero, con mayor creación de empleo de la esperada y con salarios controlados (la mejor combinación posible desde la óptica de Wall Street) y el buen ISM de servicios redondearon, junto con algunos beneficios empresariales mejores de lo previsto (Amazon, Facebook...), una jornada en la que el Nasdaq batió nuevo récord histórico y el Dow cerró por encima de los 20.000 puntos.
Pero tal vez lo más relevante de la semana ha sido la entrada de Trump en la guerra de divisas, una entrada que tal vez explica por qué los índices americanos han aguantado bastante bien la semana (S&P y Nasdaq +0,1%) mientras el Eurostoxx ha caído el 0,9% en la semana, el Dax ha caído el 1,4% y el Nikkei ha caído el 2,8%.
El martes pasado Peter Navarro, director del nuevo Consejo Nacional de Comercio de Trump, acusaba a Alemania de estar manipulando el euro a la baja, en su beneficio. Las palabras de Navarro se sumaban a las recientes del propio Trump acusando a China de ser un "currency manipulator".
Es difícil pensar que Trump o su ayudante Peter Navarro se crean seriamente las acusaciones hechas a Alemania y a China. Alemania siempre ha estado muy alejada, y lo sigue estando, de pensar que una divisa débil es una buena arma comercial. Al revés, siempre ha sabido exportar con un marco fuerte y si hay algo que pide Alemania al BCE de forma persistente es que endurezca su política monetaria, lo cual llevaría a fortalecer al euro. En el caso de China, su Gobierno está interviniendo desde hace tiempo el mercado del yuan, para evitar que se desplome. Las últimas medidas limitativas de la salida de capitales son solo una muestra de esa intervención, sin la cual el yuan probablemente habría sobrepasado ya hace semanas el nivel de los 7 yuanes por dólar.
El problema, por tanto, no está en las actuaciones de China o Alemania, sino más bien en el hecho de que casi todas las medidas anunciadas por Trump llevan a que el dólar se dispare al alza, y eso es algo que nadie desea porque no es bueno para nadie. No es bueno para la economía norteamericana porque deteriora su balanza exterior, algo que Trump quiere evitar a toda costa, y no es bueno para algunas economías, empresas y entidades bancarias de países emergentes que están muy endeudadas en dólares en parte por la enorme creación de dólares "sintéticos" por sistemas crediticios emergentes, algo que ha escapado al control de la Fed.
Estamos, por tanto, ante una de las muchas contradicciones que encierra el programa económico anunciado por el nuevo presidente americano. Trump no quiere un dólar fuerte pero todas sus políticas conducen a un dólar fuerte, incluso muy fuerte. Pasa lo mismo con la inflación y los tipos de interés. Probablemente Trump y su equipo desean una subida controlada de la inflación y de los tipos de interés, pero si se pone en marcha la "reflación" anunciada por el nuevo presidente, lo normal es que los tipos se disparen al alza al calor de una inflación fuera de control.
Estas y otras paradojas de la llamada "Trumponomics" nos llevan a pensar que Trump, hombre pragmático donde los haya, no llevará a cabo su programa más allá de algunos gestos para salvar la cara ante sus votantes. Está por ver si de verdad la economía norteamericana coge velocidad y, de momento, el PIB americano del cuarto trimestre fue un pequeño jarro de agua fría en las expectativas de escape al alza. Si de verdad la economía americana coge ritmo, no parece que sea razonable echar más leña al fuego, y si no lo hace probablemente Trump deba negociar con la Fed una revisión de las subidas de tipos y a la vez deba revisar también sus medidas proteccionistas e intervencionistas que al final perjudican el crecimiento.
Mientras todo esto se despeja, las Bolsas seguirán conviviendo con esa mezcla un tanto esquizofrénica de factores positivos y negativos que nos ha traído el nuevo escenario político. Como factores positivos los resultados empresariales, que de nuevo están siendo en general mejores de lo que se pensaba y también los datos económicos, que indican un cierto repunte de la economía global, incluida la zona euro, que ha crecido algo más de lo previsto el año pasado.
También es positivo que haya movimientos corporativos (Essilor - Luxottica, Johnson&Johnson - Actelion...) y que se anuncien salidas a Bolsa como la de Snapchat. Finalmente, en el lado positivo hay que anotar la sensación de que hay un "Trump put" que empieza a sustituir al "Fed put". Es decir, el nuevo presidente va a cuidar de que no se le hunda la Bolsa con el mismo interés que lo han hecho Bernanke y Yellen estos últimos años desde la Reserva Federal.
Pero todos esos elementos positivos se topan, de cuando en cuando, con los poco o nada previsibles "tuits" del nuevo presidente, y con la muy alta probabilidad de que alguno de esos provoque una seria turbulencia en los mercados. Y a medio plazo, esos factores positivos topan también con las incoherencias que encierran las medidas que parece querer poner en marcha Trump.
Tras un enero que ha sido, en términos porcentuales, uno de los peores eneros del dólar de las últimas tres décadas, pero en el que las Bolsas se han defendido bastante bien, febrero ha empezado con buen tono. Hay algunos indicadores un poco inquietantes, como la subida del oro o de los "spreads" de los bonos soberanos europeos, con repuntes en las primas de riesgo de los periféricos y del francés, pero en general el "put" de Trump mantiene optimistas a los inversores.
Las reuniones de la pasada semana de la Fed, el Banco de Japón y el Banco de Inglaterra muestran una posición expectante por parte de los banqueros centrales, que no se atreven a decir ni que van a retirar estímulos ni que los van a mantener, pero que de momento, por si acaso, los mantienen.
Quedan todavía resultados importantes, como los de General Motors, Sanofi, Unicredit, Arcelor Mittal, Time Warner o Coca Cola, entre otros, y hablarán varios miembros de la Fed. Pero, inevitablemente, los mercados vivirán atentos a lo que anuncie Trump en su cuenta de Twitter, empresa que, por cierto, también presenta resultados el jueves.
Seguimos manteniendo la prudencia frente al "rally" de Trump y mantenemos nuestra apuesta por los valores defensivos y de dividendo.