La zona euro a merced de una nueva crisis

La recesión en la Eurozona se hace cada vez más real con un segundo trimestre de contracción. Aunque la disminución en términos económicos es pequeña, alrededor de un 0,1% del PIB, distintos economistas consideran que esto es solo el comienzo y con los tenedores extranjeros deshaciéndose de los bonos de Grecia, Italia, España y Portugal, la amenaza de una nueva crisis de deuda en la Eurozona parece cada vez más cerca.

La prima de riesgo de estos países ha disminuido ligeramente desde los valores máximos alcanzados a principios del verano de 2022. Sin embargo, estos países, que tienen economías débiles, aún se ven obligadas a pagar más de un 1% que Alemania para obtener un préstamo a diez años. Incluso Francia, la segunda economía más grande de la UE, se ve obligada a ofrecer a los inversores 0,5% más. En junio de 2022, el BCE, al igual que lo había hecho una década antes en el pico de la crisis anterior de la Eurozona, prometió "hacer todo lo necesario" para evitar el default en sus miembros.

Sin embargo, a pesar de la firme promesa del BCE, muchos inversores y expertos reaccionaron con cautela. A largo plazo, una unión monetaria no puede depender indefinidamente de la cobertura del banco central para la emisión de nueva deuda a bajo coste. En segundo lugar, el BCE se vio obligado a admitir el otoño pasado que se habían equivocado en sus estimaciones sobre la inflación. De hecho, el BCE dejó que la inflación se descontrolara y desde entonces, Christine Lagarde ha estado intentando frenar la inflación y, al mismo tiempo, evitar una crisis de deuda y bancaria.

Durante la pandemia de COVID-19 y para ayudar a la recuperación de sus economías, la UE gastó varios billones de euros en medidas de apoyo económico. Como resultado, la deuda de varios países miembros ha alcanzado niveles peligrosamente altos. A fines del año pasado, la deuda de Grecia ascendía al 171,3% de su PIB, Italia al 144,4%, Portugal al 113,9%, España al 113,2% y Francia al 111,6%. Esto es significativamente más alto que en los niveles registrados en la crisis del euro en 2012. Aunque la alta inflación alivia en cierta medida la carga de la deuda, depreciando los pasivos, dada la necesidad del BCE de elevar las tasas de interés para combatir la inflación, el coste de la nueva deuda será más elevado.

En el contexto actual de elevadas tasas de endeudamiento, junto con una inflación difícil de controlar (que además desde 2022 ha seguido aumentando a raíz del conflicto en Ucrania y su efecto sobre las materias primas) y cuyas medidas adoptadas para atajarla han ralentizado la economía, los gobiernos tienen menos margen para gastar e incrementar su deuda de forma desmedida.

En esta situación, un superávit presupuestario seria requisito para poder controlar la deuda y cuanto mayor sea su deuda, mayor esfuerzo tendrán que hacer los gobiernos para recaudar más y gastar menos. Así mismo, pese a los síntomas de recesión, los tipos de interés reales siguen muy por debajo de la inflación, por lo que si los tipos de interés siguen subiendo es bastante probable que veamos una nueva crisis de deuda en la Eurozona.
Por otro lado, el calor y la sequía de este año traerán de nuevo malas cosechas, así como una menor producción de electricidad en centrales hidroeléctricas y parques eólicos, lo que debería traer mayores precios de la energía y alimentos, es decir, mayor inflación. 

La principal herramienta que utilizó el BCE para hacer frente a la crisis anterior fue la compra de bonos de los países con problemas de financiación, en un momento en el que la inflación entonces estaba por debajo del nivel objetivo del 2%.

En el caso actual la situación es diferente. Con el BCE no siendo capaz de controlar la inflación, tendrá que seguir subiendo los tipos a menos que la economía no pueda soportarlo y entremos en una profunda recesión en la que conviva elevada inflación junto con una mala situación económica generalizada socialmente. Además, si el BCE tiene que volver a salir al rescate de algunos de sus miembros, se pondría en entredicho la sostenibilidad del euro, que sobrevive a base de impresión monetaria.

Mientras tanto, en la primera mitad de 2023, la economía alemana se ha contraído un 0,3%, liderando las caídas en la zona euro y fue este país el que decidió rescatar a la Eurozona en la crisis anterior que amenazaba a la moneda comunitaria.