Žižek y el chiste del grano de maíz

Primero el chiste. Un hombre va al psiquiatra, porque cree que es un grano de maíz. Hablan y el psiquiatra le dice que no se preocupe, porque con unas sesiones se arreglará su problema. Realizan las sesiones acordadas y, al finalizar, el psiquiatra le pregunta si todavía cree que es un grano de maíz.

- No, no soy un grano de maíz, le contesta el paciente.

- Pues entonces, ya está curado, le dice el psiquiatra.

 

El hombre sale de la consulta y al cabo de un momento vuelve a entrar atemorizado, diciendo:

- ¡Ahí fuera hay una gallina!

- Pero usted no es un grano de maíz, le contesta, el psiquiatra.

- Yo lo sé, pero ¿la gallina lo sabe?

 

Ahora Žižek. El esloveno Slavoj Žižek es un filósofo, sociólogo, psicoanalista, profesor de prestigiosas universidades, escritor, amante del cine y conferenciante, que se mueve entre el rigor y la burla, haciendo profundas reflexiones plenas de socarronería, con un punto bufón muy didáctico. En la red se pueden encontrar cantidad de libros, conferencias y vídeos, la mayoría muy divertidos y originales. Es muy recomendable, porque estimula a plantearse si uno está o no de acuerdo. Žižek nos hace pensar y favorece nuestro espíritu crítico.

 

El chiste del grano de maíz lo utiliza como una crítica al psicoanálisis, pero a mí me recordó un tema, nada trivial, con el me encuentro muy a menudo: realmente, ¿es posible cambiar? ¿O simplemente nos adaptamos un poco y ya está? Los libros de autoayuda dicen que uno puede ser otro, que se pueden modificar las creencias y empezar a ver el mundo de una manera nueva. Tal vez sea cierto, pero no lo tengo tan claro.

 

Pongamos un poco de orden en los conceptos básicos, porque para la psicología no es lo mismo la personalidad, el carácter o el temperamento.

 

Se suele entender que el temperamento es lo que nos viene de serie con nuestro ADN, ya que forma parte de nuestra herencia genética. Marca el funcionamiento de los sistemas nervioso y endocrino y es el responsable de que los neurotransmisores y las hormonas circulen por el organismo. En el momento de nacer ya podemos observar a bebés más tranquilos o nerviosos o llorones, y a medida que crecen, se van manifestando cambios notables debidos a la genética.

 

El carácter se forma a partir de las experiencias que nos van modulando y que acaban de configurar nuestra manera de entender el mundo. La relación con los otros es clave, porque somos seres sociales y el otro nos conforma. También, es cultural, depende de nuestro origen, de dónde y cuándo nacimos. El ambiente forja nuestro carácter.

 

Finalmente, la personalidad es el producto de la interacción entre biología y ambiente e incluye el temperamento y el carácter. Es el conjunto de las creencias, los aprendizajes, las emociones, los conocimientos, etc. Cuando un estímulo aparece ante nosotros, pasa por el filtro de nuestra personalidad y ¡voilá! tenemos una emoción que nos determina una conducta.

 

Conviene identificar si las conductas tienen un componente más fuerte de carácter o de temperamento. No es lo mismo evitar a las multitudes por un tema de ansiedad (agorafobia) que tiene que ver con el carácter, o evitarlas porque no te apetece, por introversión, lo que tiene que ver más con el temperamento. Todas tienen tratamientos diferentes.

 

Nacemos, vivimos y morimos sin mucha posibilidad de modificar nuestra genética, pero podemos pulir algunas aristas o estimular habilidades dormidas, que están en nuestro carácter. Sin embargo, el espacio en el que nos movemos varía muy poco en toda nuestra vida, como si tuviéramos un termostato vital acotado a una franja de temperaturas y ahí pasamos nuestra existencia. Lo corroboran multitud de casos traumáticos en los que, una vez superada la depresión, la mayoría de las personas vuelve a manifestar un temperamento parecido, aunque no igual, al que tenía antes de su accidente.

 

Por eso mismo, vale la pena la introspección. El mirarnos con curiosidad y aceptación puede darnos pistas sobre lo que es posible y lo que no. Tal vez, podamos sentirnos más confortables modificando algunas de nuestras conductas. Quizás, no es que cambiemos, sino que con la edad perdemos fuerza y ya no nos importan tanto algunas cosas.

 

Quiero acabar con una reflexión polémica de Žižek sobre el cambio personal. La tendencia en autoayuda es hacer introspección y buscar quién es uno realmente, quitándose de encima esa “máscara o personaje” que se ha creado, pero que no es realmente uno mismo, sino una impostura. El objetivo sería llegar a encontrar nuestra esencia, pero Žižek opina todo lo contrario. Según él, lo que hay que hacer es llegar a ser el personaje que aparentamos o fantaseamos ser, ya que es nuestro ideal y por eso lo hemos construido. Si quieres indagar en tu esencia, nos advierte, lo más probable es que no te guste mucho lo que encuentres y, como arreglarlo es complicadísimo, lo mejor es que lo dejes tranquilo.

 

Me recordó una máxima que leí hace tiempo: «Intenta ser la persona que tu perro cree que eres».

 

¡Feliz y reflexivo verano!