Los cambios sociales, culturales y tecnológicos acontecidos en los últimos 30 años han forjado una nueva generación de nativos tecnológicos, los millennials, y con ella una nueva generación de empresarios.
Una generación en la que desde niños (me incluyo) fuimos educados haciéndonos creer que éramos especiales, que podríamos conseguir todo lo que quisiéramos. Fuimos educados creyendo que teníamos el mundo a nuestros pies. ¿Eso es malo? Depende…
Esa interiorización de que todo es posible es un alma de doble filo. Nos dieron alas digitales para volar alto, pero no nos educaron para afrontar el tortazo de no conseguir todo lo que soñábamos. Y… ¿Cómo nos afecta este cóctel explosivo a la hora de ser empresarios? He intentado exagerar una serie de características en la que muchos jóvenes se sentirán identificados.
NO CREEMOS EN LAS JERARQUÍAS, SEGUIMOS NUESTROS VALORES
Nos educaron en que todos éramos iguales e incluso nos hicieron creer que éramos especiales. ¿Cómo nos pueden pedir que hagamos caso a una persona solo por su posición? Este punto nos lleva a muchos jóvenes a emprender.
No podemos trabajar en algo en lo que no creemos o para alguien al que no admiramos, lo siento. Aquí deberíamos tomar nota todos, ya que si queremos motivar a la talentosa generación que está todavía en la universidad tenemos que inculcar valores en nuestra empresa, no queda otra.
SENTIDO DE LA INMEDIATEZ
Mis padres dejaron los estudios a los 9 años para ayudar y a base de ahorrar pudieron comprar un tractor. Mi padre labraba los domingos y mi madre se encargaba de crear las bases del negocio familiar. A los 40 años lo dejarían todo para dedicarse plenamente a su pequeña empresa agrícola. Trabajo incansable durante 31 años y los que vinieron detrás. Veo difícil eso hoy en día.
Es difícil decirnos a unos jóvenes que compramos cualquier cosa por internet y lo tenemos en casa al día siguiente que tengamos paciencia, que lo resultados llegarán.
Esto lleva consigo mucha frustración cuando no se consiguen los resultados de forma rápida. Aquí lo mejor es aplicar una frase que me dijo un bereber en el desierto del Sahara: “la prisa mata”.
GLOBALIDAD, EN TODOS LOS SENTIDOS
Internet, redes sociales, idiomas, aviones… Bonito cóctel, ¿no? Todo eso es lo que nos encontramos los jóvenes. Mis padres, con suerte, tenían una bicicleta.
Mis padres estaban conectados con unas 100 personas. A día de hoy tengo más de 5.000 contactos en LinkedIn, más de 3.000 “amigos” en Facebook y más de 1.200 seguidores en Twitter e Instagram.
Este grado de conexión e ingente cantidad de información hace que la nueva generación de empresarios pensemos en grande y seamos inconformistas. No nos queda otra…
La competencia también puede venir de todos lados, máxime en un momento donde si una idea es buena tendrá cola de inversores deseando globalizarla y sacarle el máximo partido.
LOS BIENES MATERIALES SON UN MEDIO, NO UN FIN
Cuántas veces habremos oído: "Hijo, cómprate una casa que estás tirando el dinero con el alquiler". Esta creencia la he conocido en empresarios de solera para los que empresa y patrimonio personal era lo mismo. Hoy en día los jóvenes vemos nuestras empresas, no solo como una herramienta para sacar un beneficio económico, sino para desarrollarnos y desarrollar personas. Es difícil verlo de otra manera en este mundo tan cambiante.
Estas son sólo algunas características de la nueva generación de empresarios. En algunas tendremos ventaja, en muchas otras grandes carencias. Llegado a este punto muchos pueden hacer suya la frase de Jorge Manrique: “Cualquier tiempo pasado fue mejor”. Pero lo cierto es que la nueva generación de empresarios llegamos adaptada a los tiempos que corren y a los que correrán. Llegamos para quedarnos.