Tras el mandato del Sr. Rajoy, parece inevitable hacer un repaso a su estilo de oratoria y comunicación. En sus su discursos había muchos titubeos, lapsus, sintaxis ininteligibles, y sobre todo era evidente su falta de pasión y entusiasmo para transmitir credibilidad a los suyos. Tener mas recursos de comunicación y “public speaking” tal vez le hubieran ayudado en su capacidad de conectar e influir en los demás en momentos en que era necesario dado el cargo que ostentaba y los seguidores que representaba.
Al margen de cuestiones puramente políticas o ideológicas, nuestro Mariano no es una excepción. Otros muchos personajes públicos a lo largo de la historia de la política han cometido errores graves que les han hecho perder oportunidades valiosas de convencer. Incluso, y esto es aplicable a todos los políticos que podrían mejorar sus habilidades de comunicación, lo podríamos considerar como un una falta de consideración hacia sus seguidores, sean del color que sean.
Pero centrémonos en los que sí fueron grandes comunicadores, personajes carismáticos que encandilaron a las masas. ¿Qué tenían en común? ¿Cuál es la fórmula mágica?
Dicen de Churchill que sus discursos a la nación, sobre todo durante los terribles bombardeos de Londres durante la 2ª Guerra Mundial, lograron unir a la población en un esfuerzo común de resistencia cuando todo parecía a punto de perderse.
En 1968 el aún entonces Ministro de Educación Olof Palme se enfrentó a una ocupación de la universidad por parte de jóvenes de extrema izquierda. Palme entró en el edificio ocupado y sólo a través de sus palabras, con su discurso cercano, afable y ordenado les invitó a resolver y defender sus ideas de manera democrática. No sólo abandonaron la protesta, sino que se fueron admirando al ministro por su tenacidad.
Roosvelt, se presentó a la candidatura de EEUU en plena época de la gran depresión. La radio emitió un discurso suyo como candidato dónde, lejos de maquillar la dura realidad económica del país, propugnó un nuevo plan económico para la recuperación que requería el esfuerzo de todo el país. Fue escogido presidente por una amplia mayoría.
Todos ellos eran grandes líderes. Su elocuencia es un reflejo de ello y practicar un buen liderazgo está estrechamente relacionado con la inteligencia social.
Sus discursos eran cercanos, honestos, desde el corazón. Transmitían veracidad y transmitían sus ideas con claridad y simplicidad. Este conjunto de habilidades se llaman inteligencia social y son un conjunto de competencias interpersonales que nos hacen comprender a los demás y ponernos en su lugar. Nos permite mejorar la calidad de nuestras relaciones personales y aumentar los logros profesionales.
En otras palabras, la inteligencia social nos ayuda a relacionarnos con mayor efectividad y ser mejores líderes. La buena noticia es que estas habilidades pueden entrenarse. Así que, Sr. Rajoy, nunca es tarde.