lunes. 23.12.2024

Stephen Hawking

Me levanté temprano para tomar el AVE y, mientras engullía un café a toda prisa, vi la noticia: “Stephen Hawking ha fallecido a los 76 años”.

 

Me quedé absorto pensando en este personaje. Le diagnosticaron una enfermedad neurodegenerativa con apenas 20 años y un futuro de apenas 3. Cualquiera hubiera tirado la toalla, pero él, pese a todo, se graduó primero, se doctoró después y más tarde formó una familia y lideró los estudios científicos más reveladores desde la teoría de la relatividad de Einstein.

 

Sin duda, es un ejemplo genial de inteligencia social puesto que Hopkins poseía los tres ingredientes necesarios para ello.

 

¿Cuáles son estos ingredientes?

 

El primero de ellos, es el conocimiento. Sin duda el científico tenía conocimientos de sobra para ser reconocido y seguido por los demás profesionales de su sector.

 

El segundo ingrediente es la experiencia acumulada tras años en la investigación científica que, sin duda, le otorgaron la capacidad de tomar decisiones, leer y analizar cálculos o de enfocar los problemas.

 

Pero lo que realmente diferencia a los líderes, lo que distingue a los que tienen inteligencia social de los que no la tienen, es la capacidad de empatizar, influenciar y motivar a las personas.

 

Siempre sentí una admiración absoluta por la capacidad del Dr. Hawking para llegar a todo el mundo teniendo en cuenta que no podía hablar, sólo podía mover el párpado y mejilla derechos y que, para más inri, su campo de conocimiento era de un nivel técnico al alcance de unas pocas mentes privilegiadas. Pese a eso, todos le conocían porque era capaz de explicar sus teorías a cualquier nivel. Incluso escribió un libro para niños en los que les contaba su teoría sobre los agujeros negros de forma amena y comprensible.

 

Descansa en paz, estimado Dr. Hawking.

Stephen Hawking