lunes. 02.12.2024

La artista multidisciplinar Mabel Martínez (Calasparra, 1964-Murcia, 2019) poseía un talento especial a la hora de darle un sentido poético, emocional y trascendente a situaciones y objetos cotidianos jugando con una amplia variedad de técnicas como la escultura, la performance, el dibujo, el vídeo, el sonido y la escritura. De todo ese torbellino de ideas nace ‘Donde anida la espiral’, su proyecto más extenso –tanto en duración como en longitud–, presentado en su memoria por la Universidad de Murcia.

 

Este proyecto ha contado con la colaboración del Centro de Documentación y Estudios Avanzados de Arte Contemporáneo (Cendeac) y de ODSesiones y se podrá visitar en la Capilla del Rectorado y en el espacio ES/UM del Campus de La Merced hasta el 28 de febrero. Francisco Caballero, coordinador de Cultura de la UMU, ha comisariado la exposición junto al también artista Paco Vivo. “El fósil es un símbolo que nos hace conscientes de que somos solo un eslabón más en la naturaleza, de que somos instantáneos”, explica Vivo en referencia a la carga simbólica que nos muestra Mabel en este proyecto.

 

¿Cómo podría definir la visión de su mujer, Mabel Martínez, sobre el arte?

Tenía un sentido holista donde todo influía en todo y reconocía la capacidad del arte para explorar la realidad y trascenderla. Sentía el arte como un medio para relacionarnos y comunicar experiencia. En este sentido, vivir la vida era lo que más le importaba a ella. Al vestirse como un ammonite para hacer las performances, se transforma en ese animal y lo sentía como si el fósil fuera ella misma. Con ello, buscaba representar cómo un ser humano podría no solo trascender el tiempo, si no también el espacio, para sentir la vida en toda su plenitud.

 

El ammonite es un fósil del Cretácico pero, ¿cuál es el significado que le da ella?

El fósil es un símbolo que nos hace conscientes de que solo somos un eslabón más en la naturaleza, de que somos instantáneos. Se disfraza de ammonite y se mete tanto dentro de la tierra como del agua y toma conciencia de ser ese eslabón. Representa ese mismo concepto de veneración hacia la madre Tierra.

 

Esta obra es de las más extensas y amplias de la artista, ¿hay que verla como un conjunto o individualmente?

Lo bonito es la idea general, la totalidad de la obra. Al igual que tú no puedes partirte en trozos sin dejar de ser tú, la naturaleza también es algo que Mabel entendía como conjunto, por lo que su obra toma sentido cuando la analizas de esta forma. Como decía, tenía una idea holística en la que el todo tiene más valor que la suma de sus partes, lo cual es algo que queda manifiestamente representado en su obra.

 

¿Cuál era la motivación de Mabel Martínez a la hora de crear?

Le preocupaba lo que sucedía a su alrededor, por eso, aparte del tema de la naturaleza, también trataba cuestiones de género, de socio-política o de tecnología.  En cuanto a la naturaleza, Mabel la entendía desde una perspectiva más bien Oriental. En Occidente estamos metidos en un capitalismo tan feroz que consigue que nos olvidemos de quiénes somos realmente o de dónde venimos. Pertenecemos a un ecosistema muy vulnerable. Ella lo que quería era cambiar el chip respecto a esto desde su propio interior. Solía decir que tenemos que dejar de intentar cambiar la ecología y la concienciación sobre este tema de forma política y que deberíamos empezar ese cambio desde dentro sintiéndonos animales, plantas e incluso rocas. Sintiéndonos parte de la naturaleza.

 

Se puede ver muchos aspectos de la personalidad de Mabel en su obra, ¿cómo la definirías?

Era una mujer muy rigurosa a la hora de hacer su trabajo. Por ejemplo, en el caso del ammonite, se documentaba en libros científicos o acudía a personas expertas en la materia para poder hablar con conocimiento de causa. Nosotros no sabemos qué son las suturas de los ammonites, pero cuando ella las descubre se sumerge en sus formas y crea toda una simbología. Hace lo mismo con las curvas de nivel de los mapas para hablar de lugares concretos que a la vez se convierten en experiencias. Era una persona muy vital y auténtica que sabía disfrutar de las cosas, no quería ser alguien que no era. Siempre optó por un arte contemporáneo y valiente y centró su talento en representar el concepto de naturaleza queriendo convertirse en un ser que forma parte indisoluble de ella.

 

En su obra está muy presente el ODS 15: Vida de ecosistemas terrestres. ¿Cuál consideras la pieza más importante para resumir su obra?

Su obra es cíclica, muestra el origen y ese tiempo geológico casi infinito que no comprendemos y que comienza cada vez que surge una nueva vida. Ella quería que fuésemos conscientes de esto de una forma vital, no teórica. Buscaba que viésemos que al cuidar de nuestro entorno nos estábamos cuidando a nosotros mismos, sintiéndonos vida dentro de esa vida. Todo es un ciclo al que pertenecemos y del que no podemos escapar. En nuestra mano queda darnos cuenta de ello. Veía todo como una sucesión de elementos que forman parte de nosotros. Muchas de las piezas giran sobre el concepto de huella, los fósiles son huellas-moldes de lo que fue el animal. Las obras compuestas por moldes y copias de un original son piezas importantes ya que representan cómo los humanos estamos dejando huella cambiando el planeta.

 

¿Cómo surge esa fascinación artística de Mabel por la naturaleza?

Sobre cómo surge esa afinidad tendría que contestarte ella. En todo caso podría apuntar que nos gustaba mucho salir por el campo, la montaña, pasear por la huerta y me imagino que esa conexión directa con la naturaleza te influye para que luego, cuando haces arte, aparezca en la obra de forma espontánea.

 

Mabel Martínez se formó en talleres de Marina Abramovic y Eva Lootz, ¿qué más influencias artísticas ha tenido en su obra?

Por nombrar algunos artistas, te puedo decir que le encantaba Ana Mendieta, el Land Art y en especial Robert Smithson y Andy Goldsworthy. También le gustaba mucho Giuseppe Penone y sentía fascinación por el gesto de Lucio Fontana. Le interesaban muchos más, era una mujer abierta que saboreaba las obras que tenían un mensaje auténtico.

 

Mabel fue profesora de enseñanza artística en un instituto, ¿alguna vez hizo algún proyecto relacionado con la temática de esta obra?

Cuando das clases tienes que cumplir una programación, pero una vez completas ese requisito, la asignatura de plástica te permite abordar otros temas. Mabel realizaba trabajos prácticos según los intereses de los alumnos y, en muchas ocasiones, eran los mismos chicos quienes sacaban el tema de la naturaleza. Luego, conociendo ese mundo, introducía tareas en consonancia. Por ejemplo, con materiales de reciclaje y con elementos que respetasen el medio ambiente. Incluso se interesó por hacer un diseño acogedor y útil en los espacios de los patios, una plantación de arbolado adecuado, etcétera.

 

Desde el punto de vista artístico, ¿cómo ha sido su relación profesional? ¿Qué influencias han tenido el uno den el otro?

Nuestra relación ha sido intensa y profunda. Los dos aprendíamos mucho el uno del otro. Hablábamos constantemente de los temas que nos interesaban, de cómo desarrollar nuestros proyectos. De las conversaciones surgían ideas que tomábamos cada uno según nuestros intereses y las llevábamos por caminos diferentes amoldándolas a nuestra personalidad. Mabel, por trabajar con materiales como piedra, arcilla o hierro necesitaba ayuda física y yo era su asistente. Del mismo modo, yo era su ayudante haciendo las fotos y los vídeos de sus performances o montando por ordenador todas estas imágenes. A pesar de ello, lo que dice en sus obras o donde se incluyen las fotografías y vídeos, es absolutamente suyo y personal.

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