Bésame ahora
Antes que diga algo completamente inadecuado
No hay que desperdiciar una buena ocasión
De quedarse callado
Jorge Drexler. Silencio. Salvavidas de Hielo. Warner.
Siempre escuché de grandes empresarios y analistas bursátiles que el inversor es la persona más miedosa que existe en el mundo, y que cualquier mínima amenaza, una palabra de más o simplemente el indicio de que algo no va exactamente como él espera puede desbaratar una inversión millonaria o provocar una debacle en la Bolsa.
Pues bien, este mes de julio de 2020 hemos encontrado a alguien más miedoso que el inversor: el turista.
Por ello, es más importante que nunca medir con cuidado y meticulosidad hasta la última palabra que se emite, máxime cuando también hay de por medio una alerta sanitaria. Le ocurrió este lunes al excelente consejero Villegas, gran gestor y mejor médico, que quizá habló de más admitiendo que en 48 o 72 horas se decidiría endurecer las medidas preventivas en localidades como Mazarrón.
Me cuentan que esta frase provocó en pocas horas una estampida de veraneantes apresurados a volver a sus lugares de origen, por temor a quedarse ‘encerrados’ lejos de sus residencias habituales. Como consecuencia de ello, playas y lugares de esparcimiento de la localidad costera aparecían este martes completamente vacíos frente al ‘sold out’ de apenas 24 horas antes.
Quizá fue un buen momento para callar o simplemente esperar a hablar cuando hubiera menos margen de tiempo, para no provocar ni la intranquilidad que ha provocado entre los locales ni la ‘operación salida’ anticipada entre los visitantes.
Otro que debería medir sus palabras es Fernando Simón, el icónico portavoz científico del Gobierno de Sánchez, que se felicitaba por el ‘veto’ del Reino Unido al turismo en España, pues así se dejaría de importar casos de COVID-19.
Simón demostró una colosal insensibilidad para un sector que pasa el que posiblemente sea el momento más grave de su historia y por los millones de compatriotas que mandará al paro o a la ruina el hecho por el que él se felicita.
Es muy difícil, casi imposible, establecer un equilibrio entre el cierre que demanda la precaución sanitaria y la apertura que necesita nuestra economía para empezar la remontada. Pero, coño, tampoco está el horno para bollos ni para gracias de Fernando Simón.
Y mientras los que deberían estar callados hablan de más, los que deberían estar hablando, y mucho, y no solo dando explicaciones sino haciendo su trabajo, han vuelto a llegar tarde. Se trata de los diplomáticos españoles.
Lo denunciaba este martes Gabriel Escarrer, gran empresario balear, en una entrevista con la agencia EFE: “A España le ha faltado proactividad diplomática de alto nivel para tratar de frenar la cuarentena dictada por el Reino Unido”.
Escarrer, CEO de Meliá, al que hemos entrevistado en alguna ocasión en nuestro diario de Mallorca, es un tipo sensato y un gran analista de la coyuntura del país, que mide, como decíamos antes, cada palabra que dice. Bien haría este país y sus dirigentes en escucharle con mucha atención.
Si en Murcia vamos a sufrir, y mucho, la merma del turismo británico, en Baleares directamente dibujan una situación dramática. La presidenta de los hoteleros mallorquines se ve al borde del precipicio, y lo que pasó este martes por la tarde, con Alemania metiendo en la ‘lista negra’ a tres comunidades españolas (¿avanzadilla del resto?) se interpreta como un nuevo empujoncillo hacia él.
Así, los que hablan, deberían callar; los que callan, deberían hablar. Una paradoja más para un país en el que últimamente lo hacemos todo al revés.