Uno se pregunta si no nos caerá demasiado mal este Trump. Motivos da, qué duda cabe, pero al mismo tiempo debemos admitir que los electores del gigante americano no lo ven de la misma manera que los periodistas europeos, que han dibujado a al candidato republicano como lo más parecido a una reencarnación de Belcebú. Y es legítimo que usted, querido lector, se pregunte cómo es posible que ese diablo pelirrojo del que le venimos hablando durante los últimos cuatro o cinco años logre conquistar a tanta gente en EE UU. Que cómo se explica que un machista, racista, reaccionario, aislacionista, nada diplomático y nada ortodoxo presidente consiga no sé si ganar (a la hora de escribir este artículo continuaba el recuento y cada vez se antojaba más lejana una victoria de Joe Biden) pero al menos encarrilar su segundo cuatrienio en la Casa Blanca.
Lo primero que habría que decir es que evidentemente en las elecciones de Estados Unidos votan… los estadounidenses, y ellos ven en Trump cosas que no vemos en Europa. Lo segundo es que, en todas partes, pero en EE UU más, ‘la pela es la pela’ y el dólar es el dólar. Y lo cierto es que, hasta la llegada de la maldita pandemia, la economía estadounidense iba como un tiro y la gestión financiera de la Administración republicana es irreprochable y durante los últimos años prácticamente el país ha alcanzado el pleno empleo. El estadounidense, pragmático como pocos, valora la gestión económica por encima de cualquier otra cosa. Esta es la prueba.