Según funcionarios de ambos lados, se han hecho avances en la resolución de cuestiones que habían congelado las negociaciones, a pesar de la fuerte oposición de Francia. Este pacto, que abarcaría un mercado de 780 millones de personas, ahorraría más de 4.000 millones de euros anuales en aranceles a las empresas europeas y fomentaría una mayor inversión en Sudamérica.
El acuerdo, que fue aprobado en principio en 2019 lleva estancado desde entonces, principalmente por reticencias en Francia. El presidente Emmanuel Macron ha expresado su preocupación por el impacto ambiental que podría generar, además del temor de los agricultores europeos a competir con productos sudamericanos a precios más bajos. Sin embargo, sólo Austria ha apoyado la posición francesa, lo que no es suficiente para bloquear el acuerdo, que requiere la mayoría de los 27 Estados miembros de la UE para su aprobación.
La Comisión Europea, liderada por Ursula von der Leyen, ha defendido el acuerdo, subrayando que incluirá compromisos para implementar el Acuerdo de París, destinado a limitar el calentamiento global a 1,5 grados Celsius. Países como Alemania y España han presionado para cerrar las negociaciones, argumentando que el pacto fortalecería las relaciones económicas en un contexto global cada vez más tenso.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, declaró recientemente que su país está listo para firmar el acuerdo durante la cumbre del G20 en noviembre, que se celebrará en Río de Janeiro. Según Lula, ahora depende de la UE resolver las cuestiones pendientes, pues se han logrado avances en temas como la protección ambiental y contratación pública, puntos que habían bloqueado el progreso del acuerdo hasta la fecha.
Mercosur, que históricamente ha sido un destino atractivo para muchos sectores de la economía de la UE, también ha planteado sus propias preocupaciones. La introducción de una ley anti-deforestación por parte de la UE, que prohibirá la importación de productos como madera, carne y café procedentes de tierras deforestadas, ha generado tensiones. Los países del bloque sudamericano temen que esta legislación anule los beneficios del acuerdo para sus exportadores.
Argentina ha expresado su desacuerdo con las restricciones europeas sobre el uso de nombres protegidos de alimentos, como el queso parmesano, ampliamente producido en argentina por su comunidad italiana. En Europa, el acuerdo sigue siendo impopular entre los agricultores, quienes han protestado por la posibilidad de que productos sudamericanos, a menudo producidos con estándares de calidad y seguridad más bajos que los europeos, inunden el mercado. Además, los agricultores europeos ya se enfrentan a presiones por las nuevas regulaciones para reducir las emisiones de carbono y mejorar la biodiversidad.
Pese a estos desafíos, las partes involucradas en el acuerdo comercial han señalado que se han hecho avances significativos y que existe una oportunidad real de cerrar el acuerdo en los próximos meses. Tanto desde la UE como desde Mercosur, las conversaciones continúan con el objetivo de asegurar que el acuerdo sea beneficioso para ambas partes y respete las sensibilidades del sector agrícola europeo. Por tanto, aunque aún persisten obstáculos, hay un nuevo impulso para finalizar este acuerdo histórico, que promete fortalecer los lazos comerciales entre Europa y Sudamérica, en un momento en que la geopolítica global requiere nuevas alianzas y colaboraciones estratégicas.