Superado (esperemos) el último pico de la pandemia, la invasión de Ucrania por Rusia y la inestabilidad geopolítica consiguiente representan un nuevo desafío para todos, tanto humanitario, como a nivel de negocio. Los impactos potenciales son varios y de muy diversa índole, pero si algo ha demostrado nuestro sector es que es responsable (gestionando las crisis desde la prudencia) resiliente, y sabe gestionar situaciones de incertidumbre y ausencia de visibilidad como la actual, gracias a la flexibilidad.
Hablando desde la experiencia del primer Grupo hotelero del país, vemos que aunque el fuerte crecimiento de las reservas que vimos tras doblegarse la “curva” de la variante Omicron probablemente se haya ralentizado ligeramente, las reservas han seguido creciendo en términos netos, e incluso hemos visto que algunas de nuestras grandes Campañas comerciales como la célebre “Wonder Week” de Meliá, podrían superar los resultados de la misma oferta en el año pre-Covid 2019.
Igualmente, a la espera de una pronta finalización de la crisis bélica, seguimos manteniendo la previsión de una positiva Semana Santa y verano. Todo indica que la resiliencia de la demanda turística, fundamentada en las “ganas de viajar” que los ciudadanos han contenido durante los largos meses del Covid, son más fuertes que la incertidumbre que pueda estar causando la guerra en Ucrania, y que sumadas al control de la pandemia por los avances en las vacunas y a la retirada de las restricciones a la movilidad entre países, permiten augurar una ansiada y sostenida recuperación en 2022.
Entre los potenciales riesgos que apuntaba al comienzo de este artículo, se perfilan ya efectos muy ciertos y constatables como la repercusión en los precios del encarecimiento de la energía y consiguientemente de muchos otros productos, que viene produciendo tensiones en los presupuestos de las empresas y en el nivel de gasto disponible de las familias.
Sin embargo, otros factores que proyectaban incertidumbre sobre el futuro inmediato de nuestro sector no están teniendo el impacto esperado, como la caída de reservas procedentes del mercado emisor ruso, dado el escaso peso de este mercado en los destinos españoles y mediterraneos.
O la posible reacción competitiva de aquellos destinos “rivales” de España como Turquía o Egipto, donde la ausencia de viajeros rusos sí será notable, que podrían lanzar campañas con grandes descuentos para captar otros mercados. Respecto a esto, me alegra verificar que, según todos los análisis de mercado, España se mantiene como destino favorito de británicos y alemanes, y junto al resto de destinos mediterráneos principales (en Grecia, Italia etc) se perfilan como destinos “refugio”, tanto por sus condiciones geopolíticas como por la mayor lejanía al conflicto.
Desde la perspectiva humanitaria, las hoteleras, y desde luego Meliá Hotels International, asistimos devastados al conflicto y conmocionados por la tragedia que viven millones de ciudadanos de Ucrania, y seguiremos ayudando con lo mejor que tenemos, nuestros hoteles y nuestra profesionalidad y hospitalidad.
De este modo, seguimos muy de cerca la evolución de la crisis y tratamos de dar una respuesta solidaria a las necesidades que se nos van planteando, siempre teniendo en cuenta que el acogimiento de personas refugiadas solo puede realizarse al amparo de acuerdos o convenios con instituciones públicas o con entidades sin ánimo de lucro (Acnur, Cruz Roja, etc). Cuando ello resulta posible, ofrecemos también formación a los refugiados, para que tengan oportunidades de inserción laboral en nuestros establecimientos.
En fin, cuando pensaba que había dejado atrás la mayor crisis de la historia del turismo, provocada por el Covid-19, la industria turística vuelve a contener la respiración ante el impacto que pueda tener una nueva crisis, de tintes aún más trágicos que una pandemia, sobre nuestro maltratado sector: la guerra desatada por la invasión rusa de Ucrania.
Aunque conmocionados ante la injusticia y crueldad de esta guerra, creemos realmente que su impacto sobre la movilidad turística será temporal y no impedirá la sólida recuperación que ha iniciado el turismo, aunque sus efectos económicos, agravando la crisis preexistente de materias primas y los altos costes de la energía, se proyectaran como una nueva “losa” sobre la ya difícil competitividad de nuestras empresas, y por ende, sobre el empleo y la contribución que estas realizamos.
Por ello, desde el sector volvemos a reclamar sensibilidad ante nuestros problemas y necesidades, algo que algunos gobiernos entienden mejor que otros; el sector turístico debe seguir siendo una “locomotora económica” para nuestra economía, y urge apoyar su más pronta recuperación, destinando a su transformación en clave de digitalización, calidad y sostenibilidad, una parte relevante de los Fondos Europeos Next Generation, ahora más importantes que nunca.