Una relación es una conversación. Mantenemos y cuidamos la relación cuidando la conversación. El lenguaje es poderoso. Somos seres lingüísticos que vivimos en el lenguaje. Es más, el lenguaje nos constituye.
El lenguaje nace de la interacción. Es un fenómeno social. Un bebé aislado, sin interacción no habla. Biológicamente está preparado, pero, sin los demás, el lenguaje no se crea y la conversación no aparece.
Con el lenguaje podemos describir: "Hoy hace frio"; primero miro y luego digo lo que he visto. Y con el lenguaje podemos crear: "Mañana llamaré a mi primo"; algo que no existía hasta que lo declaro. El lenguaje crea realidad.
Por eso en un proceso de coaching es fundamental escuchar el relato que te cuentan para entender la realidad creada por nuestro interlocutor (el coachee). La calidad de nuestra vida depende de la calidad de las conversaciones que mantenemos con nosotros mismos y con los demás. Reflexionar es conversar con uno mismo. Pero conversar con otros nos posibilita relacionarnos. Con la conversación podemos pedir, ofrecer, acordar, reclamar y reconocer. Son los principales actos relacionales.
Existe una modalidad en coaching relacional que te ayuda a reparar o potenciar la esencia de las relaciones; es muy efectivo.
LOS NIVELES DE CONVERSACIÓN. En nuestro día a día, vamos intercalando los cinco niveles en los que se pueden agrupar casi todas las conversaciones:
- Hablar de cosas. Son conversaciones banales, sociales, de relleno.
- Hablar de personas. Los chascarrillos son más importantes de lo que parece, si no abusa de ellos. Te dan una idea de lo que pasa en tu entorno a nivel relacional.
- Hablar de lo que pienso y hago. Aquí aparece el yo y te empiezas a exponer.
- Hablar de lo que siento. Vamos profundizando. Te haces cargo de lo que sientes y lo compartes. Algunas personas evitan hacerlo para no mostrase vulnerables. Cuando llegamos a este nivel, podemos pasar al siguiente.
- Intercambiar sentimientos. Es lo que construye relaciones duraderas y te permite crear un contexto protegido, muy rico para el desarrollo. Una amistad duradera o una relación de pareja se construye con ese pegamento. Es necesaria tener coraje, empatía y confianza.
La mayor parte del tiempo nos movemos en las tres primeras, y en determinadas ocasiones, utilizamos la cuarta y, un poco menos, la quinta. Crear contextos para conversar es altamente rentable y permite apreciar con más intensidad lo que a uno le importa.
Hay una primera reflexión sobre cómo se mueve cada uno en los niveles de conversación. Y así nos va. Una empresa es una red de conversaciones. En el fondo, todo es relación. En las empresas que funcionan mejor, se conversa más sobre lo que importa. Han aprendido a conversar y eso les permite afrontar conflictos y discrepancias.
La conversación, el intercambio sincero de opiniones suele estar relacionado con algunos de los valores que configuran la cultura. En otras se tiene temor al conflicto y viven en un pacto de silencio, arrastrando diferencias pendientes de solucionar. Pero el miedo a herir o ser herido, el temor a no ser capaces de manejar el conflicto y que este se desborde, los lleva a tener un archivador lleno de “temas innombrables” que todos conocen y son conscientes del lastre que supone. Pero no se plantean afrontarlo.
CONVERSACIONES PENDIENTES. Entramos en el mundo de las conversaciones difíciles. Todos hemos tenido temas que nos importan pero que nos generan angustia y ansiedad y eso frena el abordarlos. O cuando plantear el tema puede generar un conflicto mayor.
Si revisa su agenda secreta, seguro que tiene un par de conversaciones difíciles o conversaciones pendientes. Es normal, pero conviene desempolvarlas y pensar en alguna estrategia para afrontarlas de manera asertiva, evitando malentendidos, con la consiguiente frustración.
Las tres preguntas básicas para hacerse:
- ¿Realmente vale la pena?
- ¿Qué quiero conseguir?
- ¿Qué sé del otro?
Algunos factores que aparecen como básicos en las conversaciones difíciles:
- La realidad no son los hechos, sino la interpretación de los hechos. Tenemos tantas interpretaciones como personas hay. Confundimos la realidad con nuestras percepciones. Las percepciones construyen realidades distintas. Habrá que cambiar las certezas por preguntas. Todos tenemos una parte de razón.
- Creemos que conocemos las intenciones, pensamientos y sentimientos del otro. Y no suele ser así. Hay que asegurase cuales son las intenciones de las dos partes. La implicación emocional es inevitable, pero habrá que controlarla. Lo que digamos será interpretado negativamente. Seremos exquisitos con el lenguaje, desarrollaremos empatía, pero seremos claros y clarificadores. Echaremos mano de la paciencia.
- No se trata de encontrar culpables, sino de encontrar soluciones y definir los pasos a dar.
- Una conversación difícil afecta a cuatro ámbitos: la conducta o la tarea o tareas involucradas que pretendemos modificar; la autoestima del otro, que puede quedar tocada, con la consiguiente reacción emocional.; y la relación con la persona, compañero, jefe o colaborador, con quien vamos a seguir trabajando. El cuarto ámbito es usted, que va a tener que manejar sus propios sentimientos para que el resultado sea positivo. En mi experiencia, a medida que se afrontan este tipo de conversaciones, se relativizan. En muchos casos, no era para tanto. Como decía Julio Cesar: “Las batallas dan más miedo de lejos que de cerca”. Así que, buena suerte en sus conversaciones difíciles, si decide afrontarlas.