Aunque el sentimiento de discriminación respecto al centralismo madrileño (entendido como el lugar donde se toman las decisiones estratégicas que afectan a todos los territorios de España) no sea tan intenso y agrio en la Región de Murcia como en Cataluña, Comunitat Valenciana o Baleares, la verdad es que los ciudadanos murcianos tienen motivos bien fundados para sentirse agraviados, enfadados y afectados muy negativamente por unas políticas de inversiones en infraestructuras y financiación autonómica que década tras década perjudican enormemente a los intereses de los habitantes de la Región.
El último y vergonzoso ejemplo es el anuncio de la puesta en marcha de la bochornosa conexión de alta velocidad entre Murcia y Málaga, un trayecto que tiene que pasar por la madrileña estación de Atocha -
además de por Alicante, Cuenca, Ciudad Real o Córdoba- y que necesitará más de seis horas por la mañana y más de siete por la tarde. Lo esperpéntico es que este mismo trayecto de 402 Km se cubre en tan sólo 4 horas y 48 minutos si se va en coche.
La concepción radial del tráfico ferroviario que se impulsó desde el siglo XIX se mantiene hoy en día frente a un diseño más racional de las líneas en el que tendría que primar la interconexión de todo el arco mediterráneo, desde Algeciras a la frontera francesa.
La prueba más palpable de este fiasco es la nueva línea de AVE entre Murcia y Málaga, ya que aún hoy
hay que pasar por Madrid y hacer más de 1.000 km para ir de una ciudad a otra. Un despropósito fuera de toda lógica económica y racional, pues sólo tiene un sentido “político” que perjudica gravemente los intereses de los millones de habitantes de los territorios situados en la periferia del Mediterráneo. Los ciudadanos murcianos -y las empresas de aquí, muy volcadas en la exportación a Europa- no deberían olvidar cuánto han tenido que pagar de más durante muchos años por llevar sus productos a los mercados de Francia, Alemania o de los países del Este a través de la llamada Autopista del Mediterráneo, una vía rápida de pago hasta que se liberó entre Alicante y Tarragona, en 2020, y entre Tarragona y La Jonquera, en 2021.
Aquellos peajes suponían un coste añadido a los productos salidos de los campos y de las fábricas de la Región de Murcia, de la misma manera que aún hoy, no disponer de conexiones ferroviarias directas, frecuentes y rápidas en todo el eje mediterráneo constituye un hándicap enorme que lastra la competitividad de las empresas de la Región.
Hace tiempo que los sectores empresariales y entidades cívicas de Murcia, así como de Andalucía, se sumaron a las demandas históricas de valencianos y catalanes para exigir al gobierno central -al que fuera- que mejorara el sistema de financiación autonómica y que incrementara las inversiones del Estado en materia de infraestructuras estratégicas.
Ha sido fundamental tomar conciencia de que no a todos los ciudadanos del Estado se les trata de la misma manera y que hay territorios especialmente “mimados” en materia de financiación e inversiones públicas frente a otros nada favorecidos por los ministerios correspondientes. Y no sólo un año o una legislatura. Y en ningún caso por un partido político en concreto cuando están al frente del Gobierno central.
Desde hace más de 70 años la discriminación de la periferia mediterránea respecto a otros territorios españoles es tenaz, pues tanto los tecnócratas de los diferentes planes de desarrollo franquistas como la UCD o el PSOE en sus diferentes etapas de gobierno, así como la derecha cuando ha ejercido el poder han impuesto criterios políticos centralistas, mesetarios y claramente en contra de las necesidades objetivas de los territorios del Estado más dinámicos, con las empresas más exportadoras y con mayor peso en el PIB: Cataluña, Comunitat Valenciana, Región de Murcia y las provincias andaluzas de Cádiz, Málaga, Granada y Almería.
El conde duque de Olivares se aprovechaba de que los valencianos “eran más muelles” es decir, menos reivindicativos y exigentes que los catalanes en la defensa de sus derechos históricos e intereses, para imponer con mano de hierro sus políticas centralistas. 400 años después siguen existiendo otros conde duque de Olivares -gobiernos de todo signo, ministros o responsables de empresas públicas y privadas-, que continúan teniendo a los vecinos de más allá del Segura, y lamentablemente también a los ciudadanos de la Región de Murcia, por “más muelles”, resignados y sin conciencia suficiente como para levantar la voz y exigir aquello que les ha sido negado durante siglos.
Ojalá este último agravio de la nueva línea Murcia-Málaga, que ni es de alta velocidad ni es directa ni ofrece mucha frecuencia sea la gota que colme el vaso de su infinita paciencia.