Todo está revuelto. Este tiempo de excepcionalidad no cesará hasta que la excepción deje de serlo y sea lo normal. La pandemia nos ha trastocado casi todo, alterado el espíritu de muchas cosas y perturbado los hábitos de nuestras vidas. ¡Ahora que lo teníamos tan bien montado y llevábamos una vida acomodada! No queda más remedio que cambiar e incorporar nuevas conductas que nos faciliten la vida. Podríamos aprovechar esa época de cambio para incorporar otros hábitos diferentes y saludables en nuestro cerebro.
Un hábito es una rutina que repetimos inconscientemente de manera automática. Lo adquirimos por frecuencia de repetición y, luego, lo incorporamos a nuestra conducta para facilitar que el cerebro no tenga que consumir mucha glucosa. Conducir un coche, cruzar la calle, cepillarse los dientes, comer chocolate, son ejemplos de hábitos. Estas conductas se producen mediante una red de conexiones neuronales, a modo de una ruta prefijada, como si estuvieran grabadas en el GPS de nuestro cerebro.
No hay que recalcular nada, solo activar la rutina. Pura ejecución automática que libera espacio y ahorra energía. Los hábitos no se olvidan nunca, sean buenos o malos, saludables o no saludables.
El proceso de formación siempre es el mismo y queda recogido en la regla de las tres erres: Recordatorio, Rutina y Recompensa. El recordatorio es la señal que inicia y desencadena el proceso. Puede ser un lugar, un momento, una asociación de ideas, una emoción… La rutina es la acción en si y la recompensa el beneficio que se obtiene o se cree obtener. El mecanismo se pondrá en marcha por el estimulo, se ejecutará automáticamente y producirá una sensación o emoción agradable. Mas del 40% de nuestros actos son hábitos.
Una cosa buena que tiene la pandemia es que nos ofrece la oportunidad de repensar nuestros hábitos, desechar algunos e incorporar otros. Aquí viene el primer trabajo que recomiendan los especialistas: hacer un listado con los hábitos saludables, otro con los no saludables, otro con los hábitos que se desean incorporar y un último, con la lista de las excusas más habituales que se suelen utilizar. A partir de ahí, existe una metodología, de probada eficacia, que comentaré en otro articulo sobre cómo crear hábitos nuevos.
Leyendo sobre el tema, encontré un divertido articulo de James Clear, sobre la aplicación de las leyes del movimiento que Isaac Newton publicó en 1678 y que sentaron las bases de la mecánica clásica. Seguro que las recuerda. Se puede establecer una interesante analogía para aumentar la productividad, simplificar y mejorar la vida y adquirir nuevos hábitos. Vamos a ver qué podemos aprender de la ciencia.
PRIMERA: LEY DE LA INERCIA. Un cuerpo permanecerá en reposo o en movimiento recto con una velocidad constante, a menos que se aplique una fuerza externa. Dicho de otro modo, no es posible que un cuerpo cambie su estado inicial (sea de reposo o movimiento) a menos que intervengan una o varias fuerzas.
La procrastinación es una ley fundamental del universo. Los objetos en reposo tienden a permanecer en reposo y si quiere salir del reposo y ponerse en marcha, lo más importante es encontrar la manera de empezar, porque empezar es más importante que tener éxito. Todo se reduce a esto, y tanto da que termine siendo el mejor o el peor, ¿está dispuesto a empezar?
Como afirma A. Swartz: “Creo que mucho de lo que la gente llama inteligencia se reduce a curiosidad”. Atreverse a ser curioso es la clave para empezar, que es la cosa más pequeña en la vida que marca la mayor diferencia. Una vez que comience, es mucho mas fácil mantenerse en movimiento. No lo retrase más, póngase en marcha, aunque sea dando un pequeño paso.
SEGUNDA: LEY FUNDAMENTAL DE LA DINÁMICA. La fuerza neta que es aplicada sobre un cuerpo es proporcional a la aceleración que adquiere en su trayectoria.
La fuerza que usted ponga en su trabajo tiene dos vectores: uno, cuánto trabajo está realizando y, dos, en qué dirección se centra ese trabajo. Si se quiere potenciar el hábito de la eficacia, no se trata solo de cuánto trabaja, también se trata en dónde se aplica ese trabajo. Como solo tiene una cantidad limitada de fuerza, dónde coloque esa fuerza es tan importante como lo duro que trabaje. Esto sirve para proyectos grandes y pequeños.
TERCERA: PRINCIPIO DE ACCIÓN Y REACCIÓN. Toda acción genera una reacción igual, pero en sentido opuesto.
Hay fuerzas productivas como el compromiso, la motivación y las competencias, que conviven con fuerzas improductivas como el estrés, hacer demasiadas tareas a la vez, no llevar una vida saludable, etc. que contrarrestan el resultado. Si queremos ser más eficaces podemos agregar más fuerza productiva, pero a costa de un sobreesfuerzo que acabará agotándolo. Hay otra opción: simplificar la vida, aprender a decir no y priorizar las responsabilidades. Intentar eliminar las cosas que distraen para ser más eficaz hace que el hábito se instale más fácilmente.
Para conseguir lo que nos proponemos tenemos que hacer lo necesario y no lo cómodo, hasta que el hábito se instale y lo transforme en una conducta agradable.
¡Aprovechemos esta oportunidad para poner a punto nuestros hábitos!