Una hipoteca o préstamo hipotecario es un contrato que vincula la propiedad de un bien para garantizar el cumplimiento de una obligación.
Lo más común es pedir un préstamo a un banco para financiar la compra de una vivienda, constituyendo una hipoteca y vinculando como garantía el propio inmueble adquirido. El prestatario (quien recibe el dinero) se compromete, mediante la firma de un contrato, a devolver la cantidad prestada más el importe correspondiente a los intereses, en cuotas mensuales y durante un plazo de tiempo determinado.
La hipoteca puede definirse como un derecho real de garantía que asegura que el deudor pagará al acreedor el préstamo concedido para la compra de la vivienda. Si no paga, el acreedor tiene derecho a solicitar la venta del inmueble para satisfacer las cantidades adeudadas. La ventaja que tiene la hipoteca para el deudor o comprador es que la vivienda que actúa como garantía seguirá siendo de su propiedad. Aunque esté hipotecada, puede venderla o alquilarla mientras que cumpla con sus obligaciones, es decir, mientras pague el préstamo.
Al ser un derecho real que recae sobre la vivienda, las hipotecas tienen que inscribirse en el Registro de la Propiedad. Es por ello que, al quedar unida la vivienda a la hipoteca, es necesario cancelar la hipoteca cuando se compra una vivienda hipotecada, así como también cuando se termina de pagar el préstamo hipotecario.
En un Préstamo Hipotecario intervienen tres elementos clave:
• El capital. Es la cantidad de dinero prestado que se irá devolviendo periódicamente hasta el pago completo de la deuda.
• El plazo. El periodo de tiempo, estipulado con anterioridad en el que se debe completar el pago de la deuda, así como todas las mensualidades de pago a las que el deudor ha de hacer frente.
• El tipo de interés. Es el coste de más que el deudor paga al acreedor por haber pedido prestado ese dinero. Puede ser fijo o variable, se puede revisar periódicamente y cambiar la cantidad a pagar.