viernes. 29.11.2024

La propuesta estadounidense de acordar un tipo mínimo del impuesto de sociedades a nivel mundial ha puesto el foco en las grandes multinacionales, sobre todo las tecnológicas, y los países que intentan atraerlas con una baja tributación, como Irlanda, Hungría o los paraísos fiscales del Caribe. De esta manera se pretende poner un cerco a los esquemas de planificación fiscal agresiva desarrollados por algunas grandes empresas en los últimos años, una propuesta que ha sido bien acogida por instituciones como la OCDE o la Comisión Europea, países como España o Francia e incluso algunas empresas.

 

Sin embargo, advierten los expertos que de momento esta propuesta es todavía poco concreta y se desconocen tanto sus implicaciones como sus posibles efectos.

 

Tras años atascada en la OCDE, la iniciativa de establecimiento de un tipo mínimo del impuesto de sociedades a nivel global ha sido relanzada por la administración del presidente estadounidense Joe Biden en un momento en que prevé subir su tributo estatal del 21% al 28% para financiar sus planes de estímulo. La propuesta inicial estadounidense pasa por situar ese tipo mínimo mundial en el 21%, muy por encima del 12,5% que se barajaba en la OCDE, con el objetivo de limitar la deslocalización de filiales a paraísos fiscales.

 

A nivel teórico, este umbral no afectaría a países como España, Francia o Alemania, que se sitúan por encima, pero sí a países europeos como Irlanda (cuyo impuesto es del 12,5%) o Hungría (9%), que perderían su atractivo fiscal.

 

¿EN QUÉ CONSISTIRÍA UN TIPO MÍNIMO MUNDIAL?

El presidente del Registro de Asesores Fiscales del Consejo General de Economistas (REAF-CGE), Agustín Fernández, advierte de que todavía "no sabemos de lo que estamos hablando" porque, más allá de declaraciones políticas, no se conoce ninguna propuesta concreta.

 

El investigador del departamento de Estudios Tributarios de Funcas Desiderio Romero añade que un tipo mínimo mundial sería posible pero complejo, ya que los impuestos son muy diferentes entre sí (por ejemplo, en las amortizaciones o desgravaciones previstas) y sería necesario unificar cuál es la base a considerar. Habría que consensuar también qué se considera un tipo mínimo o a quién se aplicaría el impuesto, coincide Fernández, que apunta no obstante que para que este cambio normativo fuera de utilidad antes las empresas tendrían que recuperar la actividad y los beneficios.

 

Más allá de un teórico tipo mínimo que se aplicara en todos los países, el coordinador del Grupo de Expertos en Fiscalidad Internacional y Precios de Transferencia de Aedaf, Antonio Barba, subraya que la propuesta que la Administración Biden ya ha lanzado a nivel interno se centra en evitar que las multinacionales utilicen sus filiales para pagar menos.

 

El mecanismo consistiría en que los países donde se ubican las matrices de las multinacionales establezcan un tipo mínimo para todas sus rentas, de manera que si alguna de sus filiales está radicada en un territorio de baja tributación y no alcanza el umbral, tendrá que pagar la diferencia en su sede fiscal.

 

A modo de ejemplo, si la filial irlandesa de Google o Facebook paga un tipo de sociedades del 12,5% (el establecido en ese país), tendrá que abonar en los Estados Unidos el 8,5% restante por los ingresos obtenidos en Irlanda hasta alcanzar el mínimo del 21%.

 

De esta manera, los países de baja tributación perderían su atractivo incluso aunque no se sumen a la medida, lo que ayudaría a poner coto a la planificación fiscal de las tecnológicas, que al no tener actividad productiva encuentran muy fácil cambiar de sede sus filiales, señala Romero.

 

A continuación se adjunta una tabla con el tipo nominal del impuesto de sociedades en los quince mayores economías del mundo, calculados por la OCDE para 2019 de manera combinada, es decir, incluyendo tanto el tipo nacional como, en su caso, el subnacional (que, como se ha apuntado, no tiene por qué ser la métrica que se utilice el hipotético tipo mínimo).

El impuesto de sociedades global apunta a las tecnológicas y los paraísos fiscales