Un total de 22,9 millones de personas que representa al 83,9% de la población española de entre 18 y 75 años admite haber jugado a algún juego de azar en el último año según la edición 2023 de la encuesta Juego y Sociedad que elabora anualmente el Consejo Empresarial del Juego (CeJuego) y en el que colabora la Federación Murciana del Recreativo (Femure). El estudio destaca que la gran mayoría de los usuarios consideran la actividad como una parte normal de su entretenimiento.
Jugar es una de las actividades de ocio más habituales entre los españoles. Al margen del juego público (Loterías del Estado y productos de juego de la ONCE) que practica un 66% de la población, un 17,9% de los españoles practica juegos de entretenimiento que se ofertan en casinos, salones de juego, bingos, apuestas deportivas, etc, modalidades en las que el usuario no obtiene una promesa de grandes premios, sino que disfruta a cambio de su inversión en tiempo de ocio.
En comparación con otras actividades de los españoles, el juego de entretenimiento se sitúa seis puntos por debajo del teatro (24,5%), casi dos puntos por encima de la pintura (16,1%), dobla al número de personas que tocan instrumentos musicales (9,6%) y quintuplica a los que van a la ópera (3,3%).
El juego es una forma más de ocio, según el propio estudio. El 61% de los usuarios comprende que las pérdidas son el precio que paga por un rato de entretenimiento, un gasto comparable al que se paga por la entrada de un espectáculo. “Los usuarios mantienen con el juego la misma relación que se puede tener con la práctica de otras formas de ocio -explica el director general de CeJuego, Alejandro Landaluce-. La inmensa mayoría de las personas que juegan las vueltas del café a la máquina recreativa en el bar no intentan recuperar las pérdidas. Lo mismo sucede cuando asisten una tarde al bingo con sus amigos. Asumen la pérdida como un intercambio monetario a cambio de pasar un buen rato. Como el que compra una entrada para asistir a un evento deportivo o a un concierto: gasta un dinero, obtiene entretenimiento. No espera salir de pobre: busca divertirse”.
El 15-20% de la población española se muestra renuente a jugar. Son personas que sienten aversión a la actividad, en parte por razones ideológicas o religiosas, por rechazo o recelo de depender de la suerte; también quienes residen en hogares con problemas económicos y una parte relevante de quienes tienen menos de 25 años (en contra de la creencia de que los jóvenes son los principales usuarios).
Retorno a la normalidad prepandemia
La situación generada por la pandemia en la que se obligó al cierre temporal de locales y salones de juego generó un descenso evidente de la actividad en España en el 2020, situándola a niveles similares a los de las crisis económicas. En 2020, el 80,9% de los españoles practicaron alguna modalidad de juego, un dato muy similar al de 2013 (80,3%). A lo largo de estos últimos dos años, las cifras han ido recuperando paulatinamente los niveles prepandemia con un 82,4% de jugadores en 2021 y un 83,9% en 2022.
Menos juego ilegal
El porcentaje de jugadores de timbas en 2022 ha descendido al 1,6% de la población de entre 18 y 75 años, es decir, apenas 560.000 individuos, los niveles habituales previos a la covid y a las restricciones de acceso a los locales. Sin embargo, en 2020 y 2021 el recuerdo de esta práctica de juego “informal” ascendía a 1,2 millones de personas. Por tanto, cabe afirmar que restringir el acceso al juego regulado en locales provoca un incremento del juego ilegal.
El porcentaje de usuarios de apuestas en 2022 descendió a un 2,3%, por debajo de 2020, año en el que se situó en 3,7% por razón de la pandemia. Cabe la posibilidad de que este descenso en la representación se deba a la presión social e institucional sobre el juego. Los usuarios de apuestas sufren una discriminación constante y un señalamiento que los empuja a ocultarse.
Por otro lado, desde 2013, el porcentaje de población entre 18 y 75 años que declara jugar en máquinas “B” en bares se sitúa entre el 4% y el 5,9%, es decir, 1,4 y 2,1 millones de personas. Hay una tendencia al descenso, lenta y con altibajos. El recuerdo de juego en estas máquinas se situó en 2022 en 4,1%.
Sobre el juego problemático
Los datos sobre individuos diagnosticados en tratamiento sugieren que el número de personas con trastorno del juego no excede de 8.000. Según la información facilitada por los servicios de salud de las comunidades, la población tratada equivale a un 0,02% de la población entre 18 y 75 años, una prevalencia menor a la que se debería alcanzar para que una enfermedad se considere rara.
Los datos indican que España tiene una relación normal con el juego, con independencia de que el juego problemático sea un grave problema individual para los afectados que requiere atención pública y el mantenimiento del compromiso del sector empresarial para proseguir con sus políticas de juego responsable. En todo caso, se trata de un problema complejo que no se puede adscribir exclusivamente a la oferta de juego.
Un estudio reciente, sobre una muestra de 116 pacientes de centros españoles, señala que el trastorno de juego está asociado a otros desórdenes mentales en el 97,4% de los casos.
Globalmente y en Europa Occidental descienden las tasas de posible juego problemático estimado en encuestas de los países. Casi todos los países de Europa Occidental están por debajo del 0,5%, y la mayoría por debajo del 0,3%, España entre ellos. Nuestro país es uno de los cinco que muestran una incidencia más baja en Europa, al nivel de Holanda (0,2%), Portugal (0,2%), Alemania (0,3%), Dinamarca (0,3%), Gran Bretaña (0,3%) y Francia (0,5%).
“Desde hace 20 años las tasas de juego problemático de España están entre las más bajas del mundo. Lo indican todos los estudios de ámbito nacional o regional”, destaca el director del estudio José Antonio Gómez Yáñez.
Para Alejandro Landaluce, se trata de “defender que el juego es una actividad normal. Normal porque la gran mayoría de la gente tiene una relación normal con ella. Normal porque es legal y legítima. Normal porque por más filtros ideológicos que queramos imponerle, la realidad es tozuda: no crece el juego privado y no crecen las personas que tienen problemas con el juego. Pese a todo lo que se ha dicho y lo que se dirá de nosotros, este sector siempre ha estado y estará dispuesto a colaborar con todos los actores para avanzar en la protección del usuario con medidas responsables y razonables que permitan que los ciudadanos disfruten del ocio con garantías y en libertad sin ser injustamente discriminados”.